A Rubén Darío
¡Mirad, es el pájaro de tupidas selvas,
ismo de América, sacerdote de preciosas deidades,
alondra de luz por la mañana,
enamorado ruiseñor por la tarde!
Oh Rubén, sol lírico de la hispana raza
que de Verlaine el delicado trazo admiraste,
dando a probar a la grey castellana
un sorbo de refinado champagne.
Cautivado por exóticos plumajes
con la lujuria que desata los sentidos
mecenas fuiste de coloridos diamantes
y el amante imposible de la Venus de Milo.
No acompaña tu voz cantora
al descolorido abanico que borra
la policromía de las selvas tropicales,
no teme el pájaro de oro al crepúsculo
ni al silfo que se pavonea en regiones siderales.
¿Pues no lo veis? ¡Es el pájaro dorado!
¡Con alas más robustas que las de Dédalo
y pulmones más formidables que los de Glauco!
Es el caudillo de artísticas rosas,
¡mirad! Es el murmullo de los nocturnos lagos,
hermano es de los cisnes, díscolo alumno de Arato.