Sea la paz en mi reino
Reniego, amargo vaso, de pomposos títulos,
cualquier virtud o séquito de mi lado desterré,
un viento transeúnte me lleve en sus brazos,
consuman mis días el hastío y la embriaguez.
¡Fútiles ídolos en barro formados, en todo os
detesto! Vanos clarines del mundo, no os
escucharé. Sea la paz en mi reino, denostado
abismo, donde no haya pedestales, tronos
ni dosel.