Refulgiendo están en el Moncayo
Refulgiendo están en el Moncayo las primeras nieves,
el tibio sol de la mañana ya está meciendo el almidón,
y en los fríos páramos que Castilla de Aragón separan
tiemblan los esquilmados ramajes al mugir el aquilón.
Cuantas veces en este yermo paisaje, donde la pavesa
abraza con su ceniza los desiertos campos del corazón,
he soñado con la calidez de un huerto florido y lozano
donde nazcan sin mesura las sublimes rosas del amor.
Al pálido roquedal
Al pálido roquedal, a la mustia vereda falta
el tesoro que la picaraza guarda en su nido,
alegres ornatos de abril, broches y pompas
con que la joven Proserpina teje su vestido,
colmenar de ilusiones do la fragante violeta
el aire preña con amor y la tarde embelesa,
hoy andaré musas mías a orillas del Duero
entre alborozos de oro y risueñas candelas,
siguiendo las lozanas brisas y dulces auras
que a soñar convidan al corazón de piedra.
Apacible cadencia
Apacible cadencia de las tardes de oro
embelesa la senectud de los chopos,
allí donde el mirón con curiosidad se asoma
hacia los arcos de San Juan y el verde soto.
Tras las tapias de San Polo los rosales en flor
al sol se abren con ansia nueva,
cuando mengua la tarde un arrebol
el celaje enciende como una hoguera.
Absorto está el cielo
Absorto está el cielo en el candor del alba,
la aurora creciendo ya está por el oriente,
las alondras cantan a la premura de Febo
el cielo colmando con armoniosos diretes.
Brillan en lontananza las estrellas furtivas,
un perfume de oro rezuma el amable jaral,
las embriagadas abejas, ya liban las flores
y se oye el romancero del viento al soñar.
Primavera
En el prado hay un redil, en el redil hay una fuente,
en la fuente hay un soñar que pinta el campo verde.
Es el remozado clamor, alarde de bosques y flores,
es el suntuoso damasco, y el tálamo de los amores.
Es la turgente crisálida do la flamante mariposa nace,
como si un ardid de hermosura pintara los abanicos del aire.
Se alboroza la tierra, cantan las fuentes, brinca y ríe el arroyo
alentador, primavera ya visten los campos, el vino de Lesbos
huele a flores y amor.
Qué música oigo
¿Qué música oigo, qué cercano festejo
alegra y arrebata el sentimiento, a qué
ofrenda se entregan las flores, ungidas
con lindos atavíos y flamantes colores?
Ya una suave mano las mieses cimbrea
de Ceres peinando su rutilante cabello,
las primaverales brisas juegan y cantan
susurrando palabras de amor al viento.
Ah pastorcilla Filis
Ah pastorcilla Filis que en los verdes campos
tanto como en la inocente Arcadia te solazas,
y cosiendo ledas guirnaldas en ociosas horas
de la voz de Villon suavemente escucháis las
baladas; oídme: Dios, alma, sueños, placeres,
todos con mezcolanza en mi pecho se hallan,
y esa dama que de mi deseo es gentil resorte
mi nombre entre los dulces suspiros reclama.
Entre blandos latidos
Entre blandos latidos que a reposar convidan
y el aspecto dulce y fresco que ofrece el jaral,
hoy probaré suerte por estas lindas florestas
cuyo suave y verde lecho permite descansar.
Ah, ¿no son estos los perennes hatos, dónde
el zagal con enamoramiento se holgaba para
soñar? ¿No son aquestas las flores de adonis
qué la sangre de Afrodita vertió en un zarzal?
Me dijo de pronto la voz amiga
Me dijo de pronto la voz amiga, acompáñame,
es bello ser huésped en los jardines de Rodas.
Las rosas de Simónides nunca veré, seguir
tu consejo no puedo, voz amiga y soñadora.
A mi me aguarda, como a Príamo, la espada,
o como a Aquiles, el amargo lance y la derrota.
Corre líquido el cristal luciente
Corre líquido el cristal luciente
de la piedra llevado por hincado caño
a la tranquila poza, hilvanando con ligeros sones
la hilaridad riente de su cantante prosa.
Y por no saber bien qué pensar imagino
que el reflejo del agua es acaso diamante,
que el murmullo de la música es acaso sibilino,
o que bebiendo las clarísimas linfas
mi vida se convierte en una charca
para algunos pequeños peces cristalinos.