El hombre y la vela

Le cautivó de sus ojos el azabache furtivo,

oscura roca que miraba con atisbos de soledad,

luego al prender en su pecho la llama de ardiente fuego,

hizo nacer en su rostro un radiante beldad.

 

Cuando en la alcoba yacía tendida en sus brazos

en el desnudo cuerpo la figura comenzó a declinar,

¡yo no sabía que fueras de cera! – le dijo él asustado –

y yo no sabía – dijo ella entre sollozos – que tanto doliera el amar.