De la penumbra y el torpor
De la penumbra y el torpor en que vivimos, el alma
divina y lúcida reniega, con pobres harapos vestida
parece una mendiga que sueña.
Porque la vida era esto: el vivir ciego, encarnado.
Con la promesa de una aurora que en la mañana
apacigüe las sombras de nuestros ojos cansados.