Agobiado un día

Agobiado un día por pesar y tormento,

marchito el amor, la  juventud caduca,

¿son cuitas que en el corazón laten

o es de réquiem la nota que se anuncia?

En este yerro en que la vejez asoma

al réprobo quitando salud y contento

toma el hombre de sí la medida,

mísero polvo del vital aliento.

Sigilosa adelfa en mi lozanía

fueron tus besos, oh, inestable vida

que primero ciernes lo que más tarde

con fuerte mano reduces a ceniza.

Mancillada carne, desgastados huesos,

en fatal presidio de la muerte reo,

floja esperanza que mira al cielo

en busca de paz, dicha y consuelo.

El reo clama, el yugo se aprieta,

de la crátera apura lo poco que queda,

al fin alternando lamento y tristeza

tras hondo suspiro la muerte se acerca.

 

Como el huidizo tejón

Como el huidizo tejón en la madriguera

de mis apartados días el ámbito guardo,

y con pilastras evanescentes compongo

la volátil figura de mi quimérico palacio.

¿Es acaso pecado vivir así desentendido

del cieno que la prole de Adán moldea?

En copa de barro bebéis vuestros goces

mortales, en el engañoso regazo de Eva.

Divina fatalidad

 

Divina fatalidad, eminente hado

trae al hombre reo a su presidio,

en doliente morada de sombras

una luz abraza, con afán de brillo.

Herido cántico de luz

Herido cántico de luz,

pie del astro hundido en la sombra,

que con terrestre danza remueves

el silencio de nocturnas horas.

También yo dolorido canto

pero doy al espíritu las alas del deseo,

y así de puntillas sobre el mundo

de una estrella los labios beso.

Negación

I

Descendió al humano trasunto

la noche desde el alto orbe

y por encima del túmulo puso

coronas de enlutados resplandores.

 

II

Estas vidas nuestras

plebeyas y ungidas

de triste misterio

nadie sabe lo que son,

son como las hojas

que arrastra el viento,

Caronte si hay óbolo

recoge al portador.

Al despertar en la cárcel oscura

Al despertar en la cárcel oscura,

noche del alma sin sueños,

solo en el dolor encuentro cordura,

solo en la agonía logro sustento,

es esta noche fría tan profunda

como la oscura verdad del universo,

el castigo de una palabra dolorida

que siente el eco inerte del silencio.

Beber bienaventurados, beber

Beber bienaventurados, beber

ahora que el dichoso y pródigo sol

en límpida copa escancia el rayo.

Levantar la copa magnífica y beber

del cáliz mismo que los dioses libando.

Apurar esta copa, oh benditos

ni una gota de ambrosía en ella quede,

disponiéndoos luego a la siesta de Pan

en apacible sombra y profundo bosque.

Beber bienaventurados, beber,

que la delicada y blanca ninfa os bese.

Sea la paz en mi reino

Reniego, amargo vaso, de pomposos títulos,

cualquier virtud o séquito de mi lado desterré,

un viento transeúnte me lleve en sus brazos,

consuman mis días el hastío y la embriaguez.

 

¡Fútiles ídolos en barro formados, en todo os

detesto! Vanos clarines del mundo, no os

escucharé. Sea la paz en mi reino, denostado

abismo, donde no haya pedestales, tronos

ni dosel.

 

 

No al alma que en mi oscila

No al alma que en mi oscila

en la loca representación de las cosas,

sino al aura que en la mañana germina

y es cendal del vestuario poético de la diosa,

a ese aura me refiero, a ese delicado efluvio,

gesto henchido de vida, retazo dulce del pensamiento.

Sienten los mares

Sienten los mares calladas nostalgias,

nostalgias de infinito que el horizonte saben,

el recuerdo de una infancia ya pasada

bajo el cielo puro de su niñez de ángel.

 

¿Sabrá el mar qué parecen indulgentes azules

los reflejos del cielo en sus cristales,

o qué sus tersas aguas parecen espejos

con humedecida piel de oro y diamante?

 

¿Sabrá el mar cuando aquietado le observo

qué también son mías las inmensas soledades,

o qué escribo de su rumor en los cuadernos

aquella música de alma suspirante?

 

¿Sabrá el mar en las playas desiertas

cuándo acaricia bondadoso las arenas,

qué en sus manos lleva el halago amable

qué dio el santo Creador a la tierra?

 

¿Sabrá el mar qué en sus lides las nereidas bregan

y qué hermano soy de fantásticas ideas,

qué van acicalando su espumoso penacho

con ademanes transparentes de doncella?

 

¿Sabrá el mar qué hace ya mucho tiempo

en mis ensueños se encuentra una estrella

qué mientras ella camina descalza

él cada noche sus pies cosquillea?