Quien entona el dulce canto

¿Quién entona el dulce canto

qué se oye en la noche vacía,

es música hacia donde huye

de la tiniebla el alma cautiva?

 

¿De qué azul palacio

abre la puerta la luz del día,

es el cielo qué alza su bóveda

más allá de la vida?

Fragmentos de vida y sueño

Era una estancia humilde donde bien cabían

los aperos de poeta, desde la ventana

los arrabales a los ojos daban flores

y al alma daban una tierna soñolencia.

 

La galante fragancia que derraman las flores,

o las torcaces palomas, que el sereno aire agitan,

solo como el ruiseñor, en las frondas, cantando,

mi alado corazón sonreía…

 

Junto a mil deliciosas flores la tarde pasaré,

mas no me aflijáis como a Safo el ánimo.

No sea que desde la roca alta de Léucade

en fatal instante se precipiten mis pasos.

 

A las dulces auras saludo, también a las flores

que el céfiro mece con soplo acariciador,

una ilusión voy buscando que tiene una forma

consoladora como el arte, hermosa como el amor.

 

¿Pues no recuerdas (liviana mía) aquel lucero de amor

qué una gélida noche en mi pecho encendiste?

¿Por qué no acudes ahora al reclamo de su canción

cómo acude la aurora a la esquila dulce?

 

Si en el sopor del día la fragante rosa

confundimos a veces con un cuerpo de mujer,

¿quién no quisiera respirando ese hálito

cómo en un sueño abandonarse en él?

 

Roza levemente con dedos de ensueño

el silencioso paisaje la fantástica bruma.

Bajo la luz suave y rosada del poniente

encuentra mi alma una lumbre más pura.

 

Arribando está el ocaso por el horizonte,

olas de un mar de otro mundo llegan…

Febril viajero prepara ya tu navío

pues la hora de partir se acerca.

 

Junto al quedo ladrillo

Junto al quedo ladrillo de la tapia doméstica,

soñolientas y perezosas negligencias de rosal…,

doran y embelesan y en sus pacíficos tonos

claros, nos enseñan…, trascendida la realidad.

 

 

 

Tras los montes la púrpura del celaje

Tras los montes la púrpura del celaje

revive como ensalmo el cuaderno que ayer cerré,

esas estrellas tímidas, todavía pálidas,

abrochan al cielo la camisa del atardecer.

Cuando en los jardines del estío

Cuando en los jardines del estío se deshojan

mustios pétalos, lánguidos oros,

vaga errante un perfume de ausencia…,

dulce y espectral, lacerado y melancólico.

 

La efímera malva, el sol del otoño,

con su luz va apagando los incendios de oro…,

retraídas las flores, el parral lastimado…,

¿dónde huye el amor, suspirando?

 

Tengo hacia la vida un desaire

Tengo hacia la vida un desaire altivo,

ideal de renuncia que la vida misma me dio,

por eso a menudo a mi no se me encuentra

en aquel salón parisino del art nouveau.

 

Camino a veces por el boulevard contiguo,

con el difuso semblante del que apenas fui,

si atempera este aria quejumbre o derrota

no os lo voy a decir.

 

 

 

 

Al tener el alma transida

Al tener el alma transida

de aquello que no puede haber

…Viví más según el modo

incierto de mi propio ser.

 

Al juntar este devaneo

lo que a mi me fue entregado

…Vagué entre el gesto vivido

y el imaginado.

 

 

 

 

 

Corre por cualquier distraída mente

Corre por cualquier distraída mente

un tren infinito que de ningún sitio viene,

y a ningún sitio va, y que por no tener final

ni principio, sin quererlo tiene, la eternidad.

 

El ocaso enreda sus manos

con las negras hebras del telar de la vida,

descarriló el tren infinito

por cualquier mente que corría.

 

 

 

 

A la tormenta, rehuir no quiero

A la tormenta, rehuir no quiero,

mas en los encrespados aires de revuelta,

como un pendón que sin descanso ondea,

me siento el trapo que el destino embrolló.

 

Después la calma, la noche, el húmedo sosiego,

penetrante y denso a orillas del mar.

Ni pendón que ondease ni revuelta había,

mi alma, no era trapo ya.

 

 

 

 

 

De la penumbra y el torpor

De la penumbra y el torpor en que vivimos, el alma

divina y lúcida reniega, con pobres harapos vestida

parece una mendiga que sueña.

 

Porque la vida era esto: el vivir ciego, encarnado.

Con la promesa de una aurora que en la mañana

apacigüe las sombras de nuestros ojos cansados.